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La llegada de Gabriela Mistral a México en julio de 1922
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La llegada de Gabriela Mistral a México en julio de 1922

Gabriela Mistral (1889-1957) trazó su vida en un desplazamiento constante; mujer errante que inició su largo camino hace ya más de un siglo en México. Invitada a colaborar en una compleja y profunda reforma educacional, se consideró imprescindible su participación dada la cercanía de visiones que sobre la enseñanza en América Latina tenía con el secretario de Educación Pública, José Vasconcelos, cuyo objetivo buscaba eliminar el analfabetismo y llevar hasta el más recóndito lugar maestros rurales misioneros, tal como ella lo había experimentado ya en su tierra natal, Vicuña, Chile.

La revista popular ilustrada Los Domingos de Nicaragua da cuenta, el 4 de junio de 1922, de las actividades que la maestra chilena realizara en el país latinoamericano del norte  “impulsada por amor a América y su devoción a la Raza”; puntualiza que la poetisa hará escala en Costa Rica, tal como consta en un telegrama que forma parte de esta colección, en el que la Legación mexicana solicita al secretario de Educación Pública, José Vasconcelos, les informe si efectivamente Gabriela Mistral  se detendrá ahí.

En México ya era esperada con verdadero fervor, por ello a su llegada a la capital, el 21 de julio de 1922, una multitud organizada le brindó la más cordial bienvenida en la estación ferroviaria de San Lázaro. Al día siguiente, la prensa de la época, como El Universal y Excélsior, relató cómo pronto Mistral se encontró rodeada de flores a manera de un tributo del pueblo, entre éste muchos pequeños; también se recogieron declaraciones sobre sus primeras impresiones en las que la chilena afirmó: “¿pero qué puedo decirle a usted de nuevo que no haya sentido antes sobre este país? Espiritualmente ya conoce cuánto le amo, le admiro”. Las expectativas del trabajo que realizaría en el marco de la llamada reforma educacional de Vasconcelos se incrementaron ante el entusiasmo que mostró desde ese lejano primer día en el que arribó y que consolidó un amor eterno entre la poetisa y México.