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Portadilla de Juan de la Cabada y sus <em>Incidentes melódicos del mundo irracional</em>

Juan de la Cabada y sus Incidentes melódicos del mundo irracional

En 1944, la editorial Estampa Mexicana publicó Incidentes melódicos del mundo irracional, escrito por el campechano Juan de la Cabada Vera (1901-1986). Esta obra estaba acompañado de 40 ilustraciones elaboradas por Leopoldo Méndez, así como de la notación musical y la versión en maya yucateco de canciones compuestas especialmente para este libro. Una de las características más relevantes de este cuento es la forma en que De la Cabada construyó un relato contemporáneo nutrido de la más genuina tradición popular, tanto oral como escrita, proveniente de la cultura maya. Y es lógico, pues el autor creció entre las leyendas que le contaba su padre acerca de gigantes, enanos, xtabayes (magas), uayes (brujos), xoches (lechuzas) y otros elementos de la selva regional que habitaban.

El autor hace memoria sobre aquellos días en que, como en cualquier lugar de tierra caliente, la gente se sentaba por las noches a tomar el fresco en las puertas de sus casas. Era allí donde escuchaba las historias de seres invisibles y de mujeres mayas que cantaban al pie de las ceibas. Ya como adulto, a mediados de 1936, De la Cabada hizo un recorrido a través de Campeche y Quintana Roo en busca de materiales para su novela El chicle y fue cuando recogió los elementos para completar esta fábula. En sus andanzas por la península yucateca el autor estuvo en contacto con verdaderas fuentes ancestrales de sabiduría popular, por lo que Incidentes melódicos se considera una obra antropológica además de literaria.

Gracias a los grabados elaborados por Méndez, y que recopilamos mediante de esta colección, podemos acercarnos a los personajes creados por Juan de la Cabada: murciélagos, caracoles y ardillas, jabalíes, armadillos y serpientes forman parte de un universo particular reunido por el autor y que, junto con los humanos, habitan este texto que es una muestra de cómo la tradición oral se abre camino a través del tiempo, de cómo la memoria colectiva trasciende los espacios y las regiones de un país, así como de la manera en que los recuerdos de un niño pequeño se convierten en la voz de toda una cultura.