lupa
Selección de arte sacro antiguo
Portadilla de <p>Selecci&oacute;n de arte sacro antiguo, siglos <span class="versalitas_temas">xvi</span> y <span class="versalitas_temas">xvii</span></p>

Selección de arte sacro antiguo, siglos xvi y xvii

Las obras de arte más antiguas que se conservan de nuestro país forman parte del llamado arte virreinal. Sería poco preciso aglutinar tres siglos bajo dicho concepto, y por ello esta colección da cuenta de una selección de primeras obras de los siglos xvi y xvii.

Esta selección específicamente se compone de pinturas que responden a la clara intención de transmitir a la población el universo religioso católico, a fin de fortalecer el proceso de evangelización en la joven Nueva España a través de la difusión de imágenes sacras, toda vez que la mayoría de los nuevos feligreses, de origen indígena, eran analfabetas. Durante el periodo que nos ocupa la pintura se empleó en decorar templos y conventos que fueron a su vez los primeros centros de enseñanza de la disciplina, por lo que los frailes de diferentes congregaciones se consideran como los iniciadores de lo que más tarde sería la expresión pictórica del virreinato. Para el siglo xvii ya se habían establecido ciertos estilos europeos, primordialmente el barroco, con sus formas voluptuosas y en ocasiones exageradas, en donde los colores son más protagonistas que la búsqueda de realismo.

Salvo algunos artistas que destacaron, como Baltasar de Echave Orio, muy poco se sabe de la vida y obra de otros creadores pertenecientes a este lejano periodo, por ello dedicamos este espacio a mostrar parte de su trabajo.  Como es natural, varios de estos pintores son de origen español, tal es el caso del sevillano Andrés de la Concha, quien llegó a la Nueva España en 1568, aproximadamente, y se dio a la tarea de realizar murales en catedrales de la capital y de los actuales estados de Oaxaca y Morelos en un estilo barroco; en sus lienzos se encuentran variados detalles como las telas, los objetos y los personajes secundarios que aportan riqueza visual a sus composiciones. De Gaspar Conrado desconocemos su lugar de nacimiento, no obstante, se sabe que estuvo activo en la ciudad de Puebla alrededor de 1653, y de él mostramos San Cristóbal, el santo que llevó a cuestas al niño Jesús, a quien auxilia para cruzar el río y que en esta pieza revive su colosal figura ataviado con su báculo y el pequeño Cristo a cuestas. 

De estilo más recargado son las pinturas de Nicolás Correa y Luis Lagarto, el primero pintor de origen mulato que heredó de su padre (José Correa) y de su tío (Juan Correa) el oficio; el segundo cobró fama como un gran iluminador, ya que en sus piezas resplandece una claridad atípica en los cuadros de la época. Como especialista en dicha área es contratado para iluminar las capitulares de numerosos libros de la catedral poblana. Se presume que Lagarto era de origen sevillano y que arribó a la capital del virreinato en 1585; su mayor aporte fue la creación de espacios bíblicos de naturaleza fantástica. En un extremo opuesto, Sebastián López de Arteaga, también sevillano, se había formado con el gran maestro del barroco tenebrista español Francisco Zurbarán, cuyo estilo está fuertemente marcado por los claroscuros, como en Cristo en la cruz y Los desposorios de la Virgen. Asimismo, mostramos un cuadro del fraile dominico, nacido en Valladolid, España, Alonso López de Herrera (1580-1648), quien en 1608 formó parte del séquito del arzobispo Francisco García Guerra, con El divino rostro, que alejado del barroco participa en nuestra colección. Finalmente, hemos incluido una obra del poblano Juan Sánchez Salmerón, activo desde 1661 y hasta finales del siglo xvii; es quizá del que menos tengamos noticias, aunque hablan por él sus creaciones plásticas como la que aquí presentamos: Santa Ana, san Joaquín y la Virgen niña (fragmento) en la que se recrea a la madre de Cristo en su niñez,  custodiada desde el cielo por ángeles, Dios padre y el Espíritu Santo en forma de una hermosa paloma blanca.