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Locura e historia

La locura fue por mucho tiempo considerada una condición de excepción en los ámbitos sociales, casi como una predestinación o una decisión divina, una manera de expresar poderes sobrenaturales y mágicos. Pero también fue poco a poco estudiada como una condición de inestabilidad mental y corporal, una anomalía que indicaba desajustes en “el comportamiento” y en “el espíritu”. La religión, como la medicina, colocaron la locura como un estado relacionado con factores de creencias y emocionales.

La locura tuvo acepciones distintas según la época, y el loco cumplió la función importantísima en la ruptura de las normas de comportamiento social. Se pensaba que esta situación era un estado elevado de la conciencia, donde los individuos lograban comunicarse con otros seres vivos e incluso con objetos inanimados como piedras, cristales o metales. Esta condición fue atendida en hospitales durante la Colonia, y su tratamiento se dirigía a mujeres y hombres dementes que formaban una sociedad de excluidos y recluidos. La demencia estaba vinculada a “la anormalidad” corporal al mismo tiempo; la teratología, una de ramas de la medicina, estudió la deformación corporal y en casos atípicos se diagnosticaba como “monstruosidad” y “deformación” indicando incapacidad e imposibilidad de adaptación al mundo de “los normales”. Muchas de estas creencias estuvieron basadas en prejuicios, en diagnósticos empíricos y en maltratos naturalizados como el infantilismo, la inferioridad y la degeneración. 

En esta colección se puede leer un tratado teratológico de un individuo cuádruple, es decir, un individuo que nació superpuesto en extremidades dobles y por tanto su investigación como espécimen humano se estudió como un objeto monstruoso de gabinete. Las teorías médico-criminológicas ligaron desviación social y proclividad criminal. La locura lindaba entre el poder y la pobreza; la Corte Real como espacio dislocado y el Hospital de Enfermas Dementes o La Castañeda como remansos de pobres y desquiciados. El concierto de los dementes, que remite a unos pianos que se encontraban en Palacio Nacional y que fueron donados para que las mujeres del manicomio se entretuvieran; así, la clínica y la comisaría fueron espacios de detención y examen de las taras físicas y mentales.