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Empresarios teatrales a inicios del siglo XX
Portadilla de Empresarios teatrales a inicios del siglo XX

Empresarios teatrales a inicios del siglo XX

Hacia finales del siglo XIX y principios del XX, la Ciudad de México presentaba una variedad considerable de actividades y de distracciones, públicas y privadas, capaces de ocupar las horas de ocio, tanto diurnas como nocturnas, de sus habitantes. Una de las más importantes fue el teatro. En esta época, el ambiente teatral mexicano era un campo en el que dominaban las compañías y artistas de origen europeo.

El repertorio, los decorados y los vestuarios también se importaban del viejo continente, así como otro tipo de prácticas: en noviembre de 1880, la costumbre iniciada en España de vender las funciones por horas se adoptó en las principales salas de la capital. Los personajes vitales para el desarrollo de este tipo de espectáculo a partir del origen del nuevo método fueron los empresarios.

Cuando se practicó la estrategia comercial hispana de las tandas y las fusionaron con algunos elementos del teatro popular del país, los recintos que habían sido exclusivos de las élites comenzaron a llenarse de un público integrado por miembros de distintas clases sociales. Este sistema se convirtió en un negocio muy lucrativo que atrajo a contingentes de inversionistas ávidos de obtener ventajas de este nuevo mercado. Pero no todo resultó sencillo para ellos pues debían asegurarse de que el componente humano que reunían en su compañía fuera capaz de atraer la atención del público ante la competencia, por lo que debían contratar actores de renombre, buenos músicos, bailarines, directores musicales, de escena, apuntadores y, además, tener un buen contador. Todo un reto para la mayoría de quienes apenas comenzaban a participar en este giro.

Los carteles que presentamos en esta colección nos dan pistas acerca de empresarios, compañías teatrales, actores. En ellos desfilan nombres de inversionistas como Luis Quintanilla, Julián Nava o Alberto Isunza; sociedades familiares como las de Lelo de Larrea Sucesores o Arcaraz Hermanos, a las que luego se unirían mujeres como Consuelo López de Solano o Esperanza Iris.