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“Sacrilegio y armas, excomunión mayor”
Portadilla de <p>Edicto de Manuel Abad y Queipo <em>ipso facto incurrenda</em></p>

Edicto de Manuel Abad y Queipo ipso facto incurrenda

Miguel Hidalgo fue excomulgado el 24 de septiembre de 1810 por el obispo de Valladolid Manuel Abad y Queipo en “excomunión mayor” ipso facto incurrenda mediante un edicto que posteriormente se publicó en la Gazeta Extraordinaria del Gobierno de México el viernes 28 de septiembre de aquel año siendo ratificado por los obispos de la Ciudad de México y de Guadalajara.

Dicho edicto destacaba que “El cura de Dolores D. Miguel Hidalgo, (que había merecido aquí mi confianza y mi amistad) asociado a los capitanes del regimiento de la Reyna Ignacio Allende, Juan Aldama y José Mariano Abasolo, levantó el estandarte de la rebelión y encendió la tea de la discordia y anarquía y seduciendo una porción de labradores inocentes, les hizo tomar las armas, y cayendo con ellos en el pueblo de Dolores el 16 del corriente al amanecer, sorprendió y arrestó los vecinos europeos, saqueó y robó sus bienes; [...] ejecutó lo mismo apoderándose en una y otra parte de la autoridad y del gobierno”. Ocupó Celaya y se extendió a Salamanca e Irapuato. “Lleva consigo a los europeos arrestados, y entre ellos al sacristán de Dolores, al cura de Chamacuero, y a varios religiosos carmelitas de Celaya, amenazando a los pueblos que los ha de degollar si le oponen alguna resistencia. E insultando a la religión y a nuestro soberano D. Fernando VII, pintó en su estandarte la imagen de nuestra augusta patrona nuestra Señora de Guadalupe, y le puso la inscripción siguiente: Viva la religión. Viva nuestra Madre Santísima de Guadalupe. Viva Fernando VII. Viva la América, muera el Mal Gobierno”. A Hidalgo se le declaró perturbador del orden público, seductor del pueblo, sacrílego que incurrió en la excomunión mayor del Canon, Siquis suadente Diabolo, por haber atentado contra la persona y la libertad del sacristán de Dolores, del cura de Chamacuero y de varios religiosos del Convento del Carmen de Celaya, aprisionándolos y manteniéndolos arrestados. De tal manera, se le juzgó: “excomulgado vitando, prohibiendo, el que ninguno de socorro, auxilio y favor, bajo la pena de excomunión mayor, sirviendo de monición este edicto, en que desde ahora y para entonces declaro incursos a los contraventores. Manuel Abad y Queipo declaró que dicho cura Hidalgo y sus secuaces son unos seductores del pueblo y calumniadores”.