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Henry Lane Wilson y la Decena Trágica
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Henry Lane Wilson: la Decena Trágica desde el punto de vista de los golpistas

La Decena Trágica es uno de los episodios de la Revolución mexicana más recordados por la memoria popular y oficial. Este acontecimiento, aún hoy, suscita controversias y acaloradas discusiones. La Marcha de la Lealtad, realizada por los cadetes del Heroico Colegio Militar y encabezada por el presidente Francisco I. Madero, fue un hecho loable. Sin embargo, para los conspiradores y golpistas el suceso tiene otro significado. Así, Félix Díaz, Bernardo Reyes, Henry Lane Wilson y Victoriano Huerta tienen su propia historia, que ahora es conocida como contrarrevolución.

Henry Lane Wilson, embajador de los Estados Unidos en México (1910-1913), detestó la Revolución mexicana. Para Wilson, líderes surgidos de la base social significaban el fin de la civilización. Francisco I. Madero, que provenía de una familia aristocrática de hacendados del norte de la república, también representó un riesgo para las inversiones de aquel país. Desde hacía décadas, la familia Madero había puesto en jaque las inversiones estadunidenses en los estados de Coahuila y Nuevo León. Empresarios y políticos, como Wilson, habían apelado a Porfirio Díaz para que interviniera en su favor. El viejo dictador así lo hizo.

En un principio, el gobierno de los Estados Unidos apoyó la Revolución, pese a los informes contrarios del embajador Wilson. Después del triunfo de Madero en 1911, Wilson continuó conspirando contra el nuevo gobierno mexicano. Tenía informes de grupos contrarios al Apóstol de la Democracia e incluso de deslealtades entre los revolucionarios. Dos personajes que pretendían restaurar el viejo orden, los generales Bernardo Reyes y Félix Díaz, se acercaron al embajador. Sin embargo, fue un tercer oficial del Ejército, Victoriano Huerta, quien tras bambalinas buscaba hacerse del poder y, con sus nuevos y efímeros aliados, decidió apoyar el cuartelazo desde las sombras. El fracaso de Reyes y Díaz por asaltar Palacio Nacional fue decisivo para Huerta. Después de ordenar la muerte de Madero y de José María Pino Suárez impulsó un régimen militarista en el país.