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Rostros
Portadilla de Rostros

Rostros

Desde finales de los años noventa, la danza o juego de los diablos se ha convertido en un símbolo del movimiento afromexicano. Es una representación vital en la que muchos jóvenes quieren participar. Los maestros reclutan, buscan músicos, ensayan, salen a la calle a practicar y se retan con pasos novedosos; luego se suben todos a un camión de redilas y se van a bailar a otros pueblos.

Mientras les toca su hora de participar hacen bromas, ya con su vestuario puesto y las máscaras al lado esperando el momento de cobrar vida, las grandes orejas, las largas barbas, algunas con cuernos de venado o con huesos o elementos distintivos de cada grupo.

Algunos danzantes traen la máscara al revés, con los ojos en el cráneo o cargada sobre los hombros. Esa careta anulará la propia personalidad para adoptar la que se ha creado en dicha máscara, metamorfosis hacia una situación de poder, de eficacia, de transformación en hombre-diablo, hombre-mujer, que atraviesa las instancias de vida para entrar en la muerte, en la danza, en el juego y la burla hacia los vivos, a los que espantan mientras bailan.