Brujería en la inquisición
El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición se instaló en la Nueva España en 1571 y, hasta principios del siglo XIX, se encargó de salvaguardar la moral, las costumbres y la fe cristianas mediante la persecución y el castigo a quienes las desafiaban. Los indígenas eran los únicos que no podían ser juzgados puesto que se encontraban en proceso de evangelización.
Además de la herejía o la solicitación, una de las acusaciones más comunes que enfrentaban los procesados por el santo tribunal era la de hechicería o brujería, y usualmente las señaladas eran mujeres, pues se consideraba que tenían mayor tendencia a creer en supersticiones y a adorar al demonio. A diferencia de lo ocurrido en Europa, y contrario a lo que pudiera pensarse, los procesados por brujería y hechicería en el Nuevo Mundo no solían terminar en la hoguera, aunque sí eran castigados con azotes y destierro. El Archivo General de la Nación resguarda el fondo Inquisición, que en millar y medio de volúmenes, ofrece los pormenores sobre el proceder del Santo Oficio en la Nueva España; una muestra de ello se presenta en esta colección.