Telégrafo: revolución de las comunicaciones
La humanidad siempre ha buscado transmitir mensajes de forma rápida o instantánea. En las décadas de 1980-1990 la telefonía celular revolucionó la manera de realizar llamadas. En pocos años los mensajes SMS fueron incorporados, después llegó el internet, y a partir de ese momento, el desarrollo en tecnologías parece no tener fin. Sin embargo, uno de los primeros mecanismos de comunicación instantánea fue el telégrafo.
El telégrafo fue desarrollado, casi de forma paralela, en América y Europa. El aparato no tiene un solo inventor, ya que se nutrió de varios experimentos que crearon estos artefactos de manera independiente, y en ocasiones sin conocer los de sus colegas al otro lado del Atlántico, aunque algunos, a través de libros especializados o artículos científicos que llegaban con cierto retraso, hicieron posible que entraran en contacto y quizá por esto mismo soñaron con una comunicación más rápida y fluida.
Desde finales del siglo xviii y a lo largo del xix, conforme la ciencia avanzaba y se descubrían las ondas radiales, el telégrafo comenzó a tener mayor popularidad, y si bien las primeras transmisiones abarcaban unos cuantos kilómetros, el tendido del cable submarino en el fondo del Atlántico puso en contacto a la Gran Bretaña con los Estados Unidos de forma casi inmediata. Asimismo, Samuel Morse, un pintor estadunidense, ideó un vocabulario que permitiera sintetizar el uso de las palabras del alfabeto latino y, por tanto, hiciera más expeditos los mensajes. Esto permitiría cifrar aquellos que fueran secretos, que fue el origen de la clave Morse, llamada así en honor a su creador.
La primera Guerra Mundial fue clave para el desarrollo del telégrafo. Países tan remotos y dispares como México y Alemania entraron en contacto directo ―aunque los mensajes fueron interceptados por los servicios secretos británicos―. La historia del Telegrama Zimmerman es muy conocida, sobre todo por haber precipitado el ingreso de los Estados Unidos en un conflicto al que sus ciudadanos y gobernantes no querían entrar.