El último día hábil que sesionó aquella Legislatura, un 28 de diciembre de 1966, la Cámara de Diputados resolvió inscribir su nombre con letras de oro en el muro de honor. Margarita Maza estuvo al lado del gobernador Juárez durante su interinato de 1847 y resistió la persecución del general Santa Anna, derrotado por los Estados Unidos y buscando pleito con sus enemigos políticos domésticos.

Enviado Juárez a la cárcel en San Juan de Ulúa y luego al destierro en 1853, ella no tuvo más remedio que administrar sola una tienda en Etla para sostener a su familia. Su talento servía lo mismo para la visión política que para el haber y el deber de un rubro comercial. En tal circunstancia sufrió el hostigamiento del general conservador José María Cobos, que imaginaba congraciarse con Santa Anna si la encarcelaba.

En la revolución de Ayutla y la consecuente Guerra de Reforma, Juárez operó desde el exilio primero y luego desde el estado de Guerrero. Ministro de Justicia, Instrucción Pública y Negocios Eclesiásticos con el triunfo liberal, fue clave para entender la Constitución de 1857. Ambos capítulos fueron discutidos en primera instancia con Margarita.

Enterada del ejemplo de Dunant y Solferino organizó, en 1861, una junta de señoras que reunían fondos y suministros para los hospitales del Ejército de Oriente. En el peregrinar rumbo al norte junto a Juárez y su gobierno sus esfuerzos no cejaron. Llegado el traidor Segundo Imperio vivió refugiada entre Nueva Orleáns, Nueva York y Washington, entre 1864 y 1867. Allá representó oficialmente al gobierno republicano en guerra con Maximiliano y sus fuerzas invasoras.

Falleció el 2 de enero de 1871, todo parece indicar que de un cáncer similar al que acabó también con la vida del presidente Juárez.