La XEW: “La Voz de América Latina desde México”
Durante prácticamente todo el siglo xx, la radio fue uno de los principales medios de comunicación en nuestro país. Desde 1919 se llevaron a cabo las primeras transmisiones experimentales y, en 1921, los hermanos Pedro y Adolfo Gómez Fernández instalaron sus equipos en el Teatro Ideal, con lo que se considera se inició con esta actividad en el territorio mexicano. Pero uno de los momentos más importantes de la radiodifusión se llevó a cabo con la fundación de la XEW, una de las estaciones más influyentes de ese siglo.
Fue el 18 de septiembre de 1930, a las ocho de la noche, cuando la XEW inició sus transmisiones. La frecuencia que se le asignó fue la de 1900 kHz de la banda de A.M., con cinco mil watts de potencia, en canal libre internacional. La idea de fundar esta emisora surgió de un joven empresario tampiqueño llamado Emilio Azcárraga Vidaurreta. Uno de los negocios en los que éste había participado tenía que ver con la venta de aparatos conocidos como Victor Talking Machine, que eran los radios de consumo familiar producidos por la marca Radio Corporation of America (RCA). Por lo que en un momento consideró la posibilidad no sólo vender las máquinas, sino de ir más allá y fundar su propia estación de radiofónica. Emprendió entonces la aventura junto con el ingeniero José de la Herrán, considerado su técnico de confianza, y la instalaron al sur de la ciudad, en la avenida Tlalpan número 3000, que se ubicaba entre las haciendas de San Antonio y Coapa. Sin embargo, aún no tenían estudios, es decir, no contaban con un espacio formal para la transmisión. El lugar designado para ello se ubicó en la calle 16 de Septiembre número 23, en los altos del cine Olimpia, que también era propiedad de Azcárraga.
La ceremonia de inauguración de este lugar fue encabezada por Azcárraga, Aarón Sáenz, que en ese entonces era secretario de Educación, y por los socios inversionistas. En 1934 los estudios cambiaron de sitio y se trasladaron a la calle de Ayuntamiento 52 y 54, lugar en donde ya podía darse el acceso al público, que contaba con áreas técnicas más eficientes y con muchas amenidades para que tanto la audiencia como los invitados pasaran un gran momento. Aquí fue donde se creaban las inmensas filas para ver a Pedro Infante, a Miguel Aceves Mejía o a Francisco Gabilondo Soler, “Cri Cri”.