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Gran incendio destruye el Teatro Principal de la Ciudad de México: 1753-1931

2 de marzo de 1931

El lunes 2 de marzo de 1931 la Ciudad de México amaneció con la terrible noticia del incendio que destruyó su mejor teatro. El 30 de octubre de 1626 el Marqués de Cerralvo, Rodrigo de Pacheco, decimoquinto virrey de la Nueva España había autorizado la construcción de un "Corral de Comedias". Aunque bautizado como “Coliseo Nuevo” (el “viejo” se quemó en 1722), se inauguró hasta el 23 de diciembre de 1753 durante el gobierno del virrey Juan Vicente de Güemes Pacheco de Padilla, conde de Revillagigedo.

 

En aquel contexto colonial, se sospecha que la representación teatral tenga potencial para unir voces diversas y dar cauce a corrientes críticas. Este sitio se erige como eje de la opinión pública y su producción es regulada a grado tal, que residía en él un oidor enviado por la máxima autoridad virreinal. Para finales del siglo xviii, las condiciones del teatro son deplorables. Consumada la Independencia el recinto fue nombrado por primera vez, en 1826, como "Teatro Principal". Bajo una nomenclatura u otra, lo cierto es que, en ese mismo foro para la dramaturgia, la sociedad mexicana se convierte, a un tiempo, en actriz y espectadora de su propio devenir. Es decir, que los grandes eventos históricos de México terminan teniendo su verificativo en el escenario. Conocido como Gran Teatro Nacional, en la época de Antonio López de Santa Anna, su renovación radical fue un diseño del arquitecto Lorenzo de la Hidalga en 1844, cuyo carácter es propio de la época, en estilo neoclásico. Pietro Gualdi, de visita en México desde Italia, hizo los primeros dibujos del edificio y así es como hoy lo recordamos. Veinte años después, Maximiliano I de México, cambió su nombre a Gran Teatro Imperial. Restaurada la República se rebautizó como Gran Teatro Nacional. Para 1901 se decide su demolición y da paso al que hoy conocemos como Palacio de Bellas Artes, cuya obra comenzó en 1904 y se completó solamente hasta 1934.