Dos grandes artistas valencianos en México: Rafael Ximeno y Planes y Manuel Tolsá
Valencia, España, vio nacer la primera Real Academia de San Carlos el 14 de febrero de 1768, creada por el rey Carlos III para que florecieran en su interior las tres nobles artes (pintura, escultura y arquitectura). En 1781, el mismo monarca dio la orden para la creación de otra Real Academia de San Carlos, pero ahora con sede en la Nueva España.
Desde la institución hermana llegaron a la capital de la Colonia dos distinguidos artistas y académicos valencianos: Rafael Ximeno y Planes (1759-1825) y don Manuel Tolsá (1757-1816) para incorporarse a la nueva institución en la que fungieron como profesores, y en un momento dado directores, de las disciplinas de pintura y arquitectura, respectivamente.
El pintor Rafael Ximeno y Planes fue hijo de un maestro platero cuyo cuñado era el pintor Luis Planes y el primer profesor de Rafael. Al descubrir su enorme talento fue a la capital española a formarse en la Academia de San Fernando y después a Roma alrededor de 1783; a su regreso se incorporó a la Academia de su ciudad natal como teniente director y ahí permaneció hasta 1794 cuando debió partir al Nuevo Mundo como subdirector de la escuela de Bellas Artes bajo el cobijo de Jerónimo Antonio Gil, su fundador. A la muerte de este último ocupó la dirección general en 1798. Durante su periodo al frente de la Academia de San Carlos tuvieron lugar los años más álgidos en los que se buscaba la independencia de la Corona. Entre su vasta obra destacamos dos temas que eran de su interés: el religioso, del cual mostramos El milagro del pocito, La Inmaculada Concepción y Alegoría de la Virgen del Carmen que como se puede observar están ejecutados con una paleta de colores muy diferentes entre sí. En el primero los vívidos tonos y la minuciosidad aplicada a cada personaje logran una apariencia realista en la representación de Juan Diego al momento de mostrar a fray Juan de Zumárraga el lugar en donde se apareció la Virgen, señalado con un manantial. En el segundo caso predominan los tonos ocres que otorgan a la figura principal un halo de evocación divina, no terrenal; y en la tercera pieza señalada el dorado prevalece llevándonos a un estilo más clásico del arte sacro propio de los espacios como iglesias y catedrales en los que también dejó muestra de su talento, quizá el más notorio en la cúpula de la Catedral Metropolitana.
En cuanto al género del retrato, se dio a la tarea de inmortalizar a sus compañeros profesores: podemos observar al primer director Jerónimo Antonio Gil posando para Ximeno en un espacio que nos habla de su labor, se reconoce una referencia a la Academia en el lomo del libro en el que se recarga sobre un troquel, más el busto que tiene detrás de sí y por último la moneda que sostiene en la mano al haber sido el grabador de la Real Casa de Moneda. El otro cuadro que pintó es de su paisano Manuel Tolsá, quien como él mismo se sumó a los profesores de la Academia de San Carlos, y tras su llegada en 1791 realizó obra arquitectónica y escultórica que permanece viva en el corazón de la Ciudad de México. En esta ocasión mostramos dos piezas poco conocidas de su autoría: el reverso de un Relieve conmemorativo del Inicio del tabernáculo de la Catedral de Puebla en el que se puede reconocer el número romano xcix, en alusión a su año de ejecución (1799), y una hermosa Ménsula con el emblema de las artes en yeso patinado formada por una cornisa estriada y un medallón bifurcado; en ella se observa en relieve un trofeo pendiente donde quedan enlazados los atributos a las tres nobles artes: un compás, el martillo y el cincel, la paleta y los pinceles y una máscara relacionada con la pintura.