Durante el Renacimiento algunos autores de memorias, por lo general, escribieron para futuras generaciones, mientras que los del siglo xix produjeron abundantes títulos para que sus contemporáneos conocieran de sus acciones o de aquello que consideraron que no se debía olvidar; otro impulso para estas narraciones fue la de subvertir el discurso histórico oficial. Otros propósitos que también podemos destacar es el de simplemente informar de los hechos o justificar conductas, defender ideas o compartir experiencias y aprendizajes.

Los libros que aquí reunimos tratan diferentes asuntos, por ejemplo, sobre el origen de las monedas, la situación indígena en aquel siglo, las vivencias del médico del emperador Maximiliano o de instituciones y funcionarios públicos. De las obras, la más antigua es Memorias del Instituto de Ciencias, Literatura y Artes de 1826, mientras que la más reciente es Memorias inéditas de don Sebastián Lerdo de Tejada, de 1911. Aunque fueron creadas para preservar lo acontecido, cada una de las piezas aquí mostradas integró diferentes estilos o recursos, como odas, gráficas de población, retratos o paisajes –como el de Carlota y el castillo de Miramar–. Con todas sus particularidades y por supuesto múltiples intenciones, en efecto, han guardado la memoria de los hombres y el tiempo en que se hicieron y son una de las múltiples fuentes que quedan para el estudio del pasado.