Enrique y Ricardo Flores Magón, una larga lucha por la justicia social
En 1871, México contó por primera vez en su historia con un Código Penal, escrito con la filosofía y conocimientos propios del positivismo decimonónico y liberal, e inspirado en el Código Napoleónico. Sin embargo, durante el Porfiriato, la legislación penal tomó un rumbo particular, pues se convirtió en una herramienta jurídica para criminalizar a la oposición política e intelectual y, en algunos casos que escapaban a las leyes civiles, se utilizaba el derecho militar para emitir sentencias contra opositores, como lo confirma el juicio contra Enrique Flores Magón.
Al mismo tiempo que el general Porfirio Díaz afianzaba su poder político, ejecutó medidas de control social y métodos represivos sustentados en un espíritu legalista, propio del liberalismo mexicano del siglo xix; con esto sostenía la tiranía honrada, que Los Científicos (grupo político que apoyaba a Díaz) habían utilizado.
En 1902, Enrique Flores Magón fue acusado por criticar a la Segunda Reserva Militar que había formado el secretario de Guerra, general Bernardo Reyes. Los escritos habían sido publicados en El Hijo del Ahuizote. En principio, la Constitución Política de 1857 garantizaba la libertad de expresión, opinión y reunión, de ahí que el Código penal para delitos del fuero común no aplicaba contra el periodista. Sin embargo, para los generales Díaz y Reyes debía ejecutarse una acción ejemplar para castigar a la oposición. A instancias de un Tribunal Militar se abrió proceso contra Enrique, en cuyo juicio fue defendido por su hermano Ricardo, quien elevó un amparo ante la Suprema Corte de Justicia para demostrar las inconsistencias judiciales.
La acusación, de acuerdo con el juez militar, fue que Enrique Flores Magón había cometido “ultrajes a la Segunda Reserva”. El gobierno, a través del secretario de Guerra, mantuvo dicha acusación. Conforme Ricardo Flores Magón presentaba las inconsistencias del caso éstas iban siendo desechadas, pero a partir de ese momento, los hermanos Flores Magón, incluido Jesús, que no había participado en el juicio, fueron vigilados por un régimen que, poco a poco, llegaba a su fin.