Miguel Cabrera y el arte sacro virreinal
En el vasto panorama de la pintura virreinal destacó por mucho la figura de Miguel Mateo Maldonado y Cabrera (1695-1768). De origen oaxaqueño, Cabrera se interesó, como era común en el gremio durante la época, por los asuntos religiosos, destacando en su obra el tema mariano a través de la imagen de la Virgen de Guadalupe, y también de la representación de numerosos santos y pasajes bíblicos que pueblan sus lienzos. El arte sacro es aquel que rinde culto a lo sagrado y divino; regularmente sus composiciones se basan en las descripciones de la Biblia, pero es el artista quien interpreta y otorga rostro y cuerpo a los protagonistas y Cabrera lo supo hacer magistralmente.
Se formó al lado del gran retratista José Ibarra, en la capital de la Nueva España, y muy pronto sus habilidades plásticas lo llevaron a ser el pintor de cámara del arzobispo de México Manuel José Rubio y Salinas. Para 1753 su prestigio se había difundido y era ya reconocida su importante labor, misma que deseaba compartir por medio de la enseñanza, pero no existía aún ninguna escuela especializada en la capital, por lo que él, junto con otros colegas, señaló la necesidad de la creación de una “Academia de la muy noble e inmemorial arte de la pintura”. A propósito se realizó un primer esfuerzo pero sin la protección de la Corona española; no obstante, significó el precedente inmediato de la Academia de San Carlos, fundada en 1781, varios años después de la muerte de Cabrera. Con el paso de los años, su trabajo ha cobrado un valor excepcional.