Con el estreno del filme Allá en el rancho grande (1936, Fernando de Fuentes) comienza la industria cinematográfica mexicana. Pero el séptimo arte trajo algo más aparte de míticas historias, música fabulosa y frases inolvidables; también nos obsequió a los grandes ídolos mexicanos del siglo xx. La versión de este largometraje del mismo director, pero de 1949, nos presentó a Jorge Negrete, quien se consagró con sus películas como uno de los favoritos del público, además de ser poseedor de una de las voces más privilegiadas de México. Algunos de sus trabajos fueron ¡Ay Jalisco… No te rajes! (1941, Joselito Rodríguez) y Los tres alegres compadres (1952, Julián Soler), pertenecientes al género de comedia ranchera. Por otro lado tenemos a Pedro Infante, quien junto a Negrete estelarizó Dos tipos de cuidado (1953, Ismael Rodríguez), una de las cintas más icónicas en las que las coplas acompañadas de música de mariachi son estelares entonando un: “en una mañana de oro alguien nublaba el paisaje, era un cuervo y un loro arrancándose el plumaje,/  hay que olvidar lo pasado si la culpable es la suerte, que bueno y malo mezclado en regular se convierte,/ yo soy malo no lo niego, pero quisiera mezclar malo y bueno por si sale algo que sea regular”, y frases tan icónicas como “Mire tío, hay cosas que no se le pueden explicar a usted” o “Ahora comprendo todo, pero ese Pedrito, qué tomada de cabellera me dio, qué música… ¡Música! ¡Música!” Esto no quiere decir que hayan sido las únicas estrellas de esta época ancladas a nuestra memoria, pues también están los incomparables Emilio “El Indio” Fernández, María Félix, Joaquín Pardavé, Sara García, Dolores del Río y Pedro Armendáriz, entre otros.