Calendarios del siglo XIX
La elaboración y distribución de calendarios durante el siglo XIX fue una parte muy importante de la cultura impresa durante aquella centuria. Al parecer, su popularidad inició en Nueva España desde la segunda mitad del siglo XVIII, lo cual indica el interés de las personas por llevar la cuenta de los días y de las fiestas religiosas, por conocer las variaciones climáticas y las estaciones del año, así como por aprender las nociones elementales de astrología que se divulgaban en estos impresos. La cantidad de calendarios disponibles creció a partir de las primeras décadas del periodo decimonónico, pues en aquella época se establecieron nuevas empresas editoriales y los lectores del México postindependiente encontraron en ellos uno de sus materiales favoritos.
Estas publicaciones eran más que un listado de los días y de los datos que los acompañaban, pues además
de la propia sección del calendario también se agregaban una serie de textos de variada temática, aptos
para toda la familia. Podían ser poemas, ensayos, crítica literaria, anécdotas, recetas de cocina,
remedios o discusiones de los más diversos temas que proporcionaban al usuario una lectura amena,
cotidiana, además de la consulta del clima, del santoral o de las efemérides históricas. La aceptación
de este tipo de formatos hizo que con el tiempo los públicos a los cuales iban dirigidos se
especializaran más, lo que contribuyó a que surgieran, por ejemplo, los calendarios para señoritas, en
los que se incluían novelas, relatos y poesías adornados con hermosas ilustraciones.
La
colección que presentamos a continuación incluye ejemplos de los más destacados calendarios elaborados
durante el siglo XIX. Los de Mariano Galván son los más conocidos y los que adquirieron una gran fama
durante la época, incluyendo sus versiones para señoritas, pero también encontramos los de Simón
Blanquel, uno especial elaborado en el estado de Puebla, y algunos otros ejemplares de este tipo de
impresos que llegaron a diversos rincones del país y que aportaron ampliamente al desarrollo de una
cultura lectora en el México decimonónico.