Impresos médicos mexicanos, siglos XVII-XIX
A lo largo del periodo novohispano se introdujeron gradualmente en tierras americanas las experiencias y los conocimientos adquiridos por los europeos y, al mismo tiempo, las tradiciones ancestrales de los habitantes de América se transmitieron y se fusionaron con el saber médico de los pueblos del antiguo mundo. Para el siglo xvii encontramos varias publicaciones que tienen como característica esta mezcla de culturas en el área de la medicina; vale la pena mencionar el trabajo de Diego Osorio de Peralta, uno de los médicos más destacados de la época, representante de la corriente academicista y el cual, en medio de los conocimientos médicos adquiridos en instituciones especializadas, representó de igual modo la supervivencia de la medicina tradicional.
A decir de los especialistas, en el siglo xviii se presentaron cambios en la elaboración de los impresos, que tuvieron que ver tanto con la aparición de gacetas noticiosas como con las transformaciones que se llevaron a cabo en los estudios y la práctica de la medicina. Una de las obras más conocidas publicadas en esta época fue la de Juan de Esteyneffer, Florilegio medicinal de todas las enfermedades (1712), considerada una síntesis de los conocimientos de entonces, por su organización y el lenguaje utilizado que incluye, además de una gran cantidad de indigenismos así como lenguaje popular que contrasta con las voces cultas que también aparecen en ella.
Finalmente, durante el siglo xix, el parteaguas es claro al fundarse en 1833 el Establecimiento de Ciencias Médicas, pero sobre todo, durante la segunda mitad del siglo, cuando la ciencia mexicana se organizó y se produjo un auge sin precedentes en la actividad científica.
Memórica presenta esta colección formada por impresos médicos mexicanos elaborados entre los siglos xvii y xix, que ejemplifica el proceso mediante el cual los textos sobre el tema adquirieron un carácter plenamente científico, así como el camino que recorrieron para lograrlo.
