Cabe destacar que los dibujos que acompañan los textos fueron realizados por él mismo, pues es sabido su gusto por la caligrafía y el trazo de la poesía, a manera de adornos como un complemento colorido. Es decir, que podían ser independientes de los versos o un elemento de ellos e incluso devenir lo que se identifica como “poemas mudos”, en los que las palabras están del todo ausentes. Este curioso género poético había sido ya cultivado en España e Italia entre los siglos xvii y xviii.

La crítica de sus contemporáneos no le fue favorable debido a que eran los tiempos en los que se ansiaba la independencia de la Colonia española y él era de manera abierta simpatizante de las fuerzas reales, por este motivo se ha sugerido que fue invisibilizado por los especialistas en poesía decimonónica. Sin embargo, hoy son testimonio ineludible de la riqueza y estilo literario del final de la Nueva España.

Ahora bien, la obra en cuestión es de naturaleza religiosa, tema emblemático en los textos de la época; al estar dedicada a la Inmaculada Concepción de la Virgen María, su autor la concibió como una defensa ante los cuestionamientos de los luteranos al dogma católico. Otro elemento importante que se debe considerar es que el libro fue dedicado al bachiller don José́ Mariano de Ferrara, cura de Xochitepec, quien al parecer fungió como mecenas para su publicación.

La obra literaria se compone con poemas de arte menor caracterizado por que cuenta con ocho sílabas o menos, y de arte mayor que tienen más de ocho. Así, se nutre con diversos estilos: quintillas, romances, redondillas, versos esdrújulos, décimas, octavas, más los poemas visuales en los que se puede apreciar la caligrafía y las ilustraciones plenas de colores que al ser insertadas entre las palabras dejan patente la creatividad de su autor.