Alcabalas en la Nueva España
Todos tenemos cierto temor a los impuestos. Es probable que esto se deba al complejo sistema tributario mexicano y a que en nuestro imaginario no se tiene aún la idea de que pagarlos es benéfico para nuestra economía y modo de vida. Con el tiempo, algo que debía verse como una práctica normal para la estabilidad y el desarrollo del país se convirtió en un símbolo de corrupción, de saqueo, de desigualdad, de favoritismos y múltiples adjetivos negativos más que mantienen su impacto en nosotros hasta el día de hoy.
En Nueva España, en vez del gobierno que hoy tenemos, se vivía bajo una monarquía, la cual recaudaba diferentes tipos de impuestos entre sus habitantes. Uno de ellos fue la alcabala, impuesto real que se cobraba por toda transacción mercantil. En general, debía pagarse por todo lo que se recolectara, vendiera o contratara de labranza, crianza, fruto y granos, así como de tratos y oficios. También por los bienes muebles e inmuebles, por ventas, trueques y traspasos de propiedad. Las oficinas encargadas de su cobro y recaudación fueron las aduanas, las receptorías y las subreceptorías.
En esta colección, conformada por documentos del AGN, puede aprenderse sobre la manera en que era administrado este impuesto, los lugares en que se recaudaba, las personas que debían recolectarlo y aquellos que debía pagarlo, así como los distintos tipos de mercancías que se incluían en él. La alcabala fue un impuesto que se cobró en nuestro territorio por poco más de tres siglos y no fue sino hasta bien entrado el siglo XIX cuando comenzaron los esfuerzos por eliminarlo pues empezó a considerarse perjudicial.