El campo mexicano a principios del siglo XX
El modelo de desarrollo porfiriano dejó a la actividad agrícola en una posición de franca indefensión. El proyecto modernizador de este periodo se basó en privilegiar el crecimiento de las ciudades, de la industria, de la inversión extranjera y de las grandes haciendas. Los excluidos de ayer y de siempre fueron los agricultores y los indígenas. La política del gobierno en torno al campo tuvo sus límites y a la vez generó desequilibrios, mismos que propiciaron el descontento en amplias capas de residentes del medio rural.
Como puede verse en las fotografías que integran esta colección, prácticamente todo el país era una gran zona rural. Desde regiones del norte de México, donde se cosechaba el algodón o existían grandes huertas de árboles frutales, hasta las tierras xochimilcas en el centro de la república mexicana, donde en las chinampas practicaban el cultivo tradicional del maíz, la actividad principal, y el sustento de la población local era el producto que se obtenía del campo. No es de extrañar que fuera en esos suelos norteños donde se oyeran por primera vez las voces que reclamaban una revolución, un cambio y un respeto para el trabajo agrícola.
Las zonas rurales que podemos apreciar en estas fotografías, muchas de las cuales mantenían relaciones y prácticas similares a las del siglo XIX, fueron las que observaron personajes como Andrés Molina Enríquez o Wistano Luis Orozco, quienes analizaron su problemática y la hicieron parte importante de los primeros estudios formales acerca del tema, aportando una visión crítica y propositiva que sentaría las bases teóricas para el movimiento revolucionario de 1910.