Mujeres en el mundo de la imprenta
La historia de la mujer adquiere cada vez más importancia en México y en el mundo, por lo que en esta colección ahondaremos un poco en la participación femenina en la producción de libros. En el siglo XVI llegó la primera imprenta a la Nueva España. Fray Juan de Zumárraga pidió que se mandara a la colonia española una prensa, un molino de papel y un impresor; éste último, Juan Cromberger, venía acompañado de su esposa Brígida Maldonado, quien se quedó a cargo del taller en 1540 al quedar viuda.
Que Maldonado dirigiera el taller nos deja ver que desde siempre las mujeres llegaron a dominar algunos aspectos de los oficios familiares que muchas veces se ejercían en el espacio doméstico, por lo que en el siglo XVI, y en adelante, fue natural que algunas viudas o hijas continuaran los negocios, en este caso, el de la impresión. Otro ejemplo temprano es el de Jerónima Gutiérrez, esposa de Juan Pablos, quien llegó a estas tierras como “componedor de letras de molde” y socio de Cromberger; en el contrato de dicha sociedad se aclara que doña Jerónima desempeñaría funciones inherentes al manejo de la casa y todo aquello necesario para el funcionamiento de la empresa en ultramar.
Aquellas mujeres se involucraron en la administración, en la venta de los libros y en otros aspectos relacionados con la publicación de los textos. Luz del Carmen Beltrán, en su artículo “Mujeres impresoras del siglo XVIII novohispano en México”, las sitúa como “mujeres impresoras y continuadoras del arte de la impresión”. En las obras que señoras y señoritas editaron podemos apreciar cómo firmaron para ofrecer su mercancía: hubo quienes hicieron referencia a sus difuntos esposos, tal es el caso de Gertrudis Escobar —activa durante el siglo XVIII— en cuyos impresos puede leerse “Viuda de Miguel de Rivera Calderón”; mientras que otras usaron su nombre, como lo hizo la hija de la mencionada Gertrudis Escobar y de Miguel de Rivera: María trabajó la imprenta de su padre con su hijo y a su muerte, su hermana, María Candelaria, mantuvo el negocio con su sobrino, que ella seguiría manejando al fallecer éste. Ambas “María de Rivera”, aparte de fijar su nombre en las portadas de los libros, dejaron huella en varios expedientes de licencias en los que se le llama “impresora de esta ciudad”. Con esta pequeña reseña queremos señalar apenas uno de los múltiples roles que las mujeres han desempeñado en la historia; en el caso de las que se desenvolvieron en los talleres de imprenta indudablemente mantuvieron su economía familiar y fomentaron la cultura impresa en la sociedad novohispana.