La voz del metal: las placas de José Guadalupe Posada
Todos conocemos los grabados de José Guadalupe Posada, sus famosas calaveras, las hojas volantes, los cuentos y material infantil impreso por Vanegas Arroyo. Su trabajo, elaborado justo en el cambio del siglo XIX al XX, lo han llevado a ser considerado el más importante grabador popular de México. Pero pocos sabemos que detrás de sus impresiones, tras la calidez, la diversión, la crítica, las historias que Posada nos contaba en sus obras, estaba sólo un trozo de metal; un aparentemente frío material que adquirió voz a través de las manos y la imaginación del grabador.
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A lo largo de su prolífica labor, Posada experimentó cambios en su forma de expresión, sobre todo debido a las diversas técnicas de grabado e impresión que practicó, así como a los nuevos descubrimientos y sistemas más modernos que adoptó conforme pasó el tiempo. Algunos especialistas han dividido sus creaciones en periodos dependiendo de las técnicas utilizadas, como la litografía, la xilografía, el grabado en plomo, el fotograbado, entre otras.
En esta colección se muestran las placas de plomo y de cinc que utilizó como soporte para sus estampas. El plomo, material mucho más suave, le permitió el uso de herramientas como el buril, pero en el caso del cinc, la necesidad de agentes mordientes, como distintos tipos de ácido, provocaban que la calidad de la impresión fuera diferente, al igual que el desgaste de la placa después de innumerables reproducciones. Todo esto puede advertirse al acercarnos a estos trozos de metal: su textura, la manera en que estaban sujetas con clavos a los “tacos” de madera que facilitaban su manejo, su deterioro debido al copiado constante y otros detalles más que nos brindan una nueva perspectiva de este grabador que registró el acontecer cotidiano de una sociedad mexicana en constante cambio.