Doce días que estremecieron a México
En los primeros minutos del 1° de enero de 1994, cuando la mayoría de los mexicanos celebraba la llegada del Año Nuevo y la clase política estaba ocupada en la sucesión presidencial, así como en la insignia del régimen neoliberal encabezado por Carlos Salinas de Gortari, la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio para América del Norte (tlcan), un ejército mal pertrechado, pero bien organizado, conformado por indígenas tzeltales y tzotziles, entre otros, ante el asombro de vecinos y visitantes tomaban varias cabeceras municipales en los Altos de Chiapas.
Estos primeros minutos de enero de 1994 fueron decisivos para la transformación de la sociedad mexicana y no por un salto a la “modernidad globalizadora” pregonada a los cuatro vientos por los tecnócratas, sino por el contrario, un pasado de afrentas, explotación, maltrato y exclusión de los indígenas de México que, para entonces, cumplían 500 años de invisibilidad, irrumpieron con una clara consigna: justicia, libertad, restitución de la tierra, pero, sobre todo, respeto y reconocimiento a la identidad de los pueblos originarios. Aquel 1° de enero, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (ezln) tomó en cuestión de horas las poblaciones de San Cristóbal de las Casas, Ocosingo, Oxchuc, Las Margaritas, Huixtán y Altamirano en Chiapas. Los cuerpos de seguridad municipal y los destacamentos militares apostados en las cercanías poco pudieron hacer para repeler a los zapatistas.
La superioridad numérica y de armamento por parte de las fuerzas federales era incuestionable, pero la causa por la que el ezln tomó las armas era legítima. Algunos años más tarde, el subcomandante Marcos confesó que no esperaban que su levantamiento armado pudiera resistir más de tres días. Sin embargo, los enfrentamientos con las tropas federales tuvieron una duración de 12 días, tiempo suficiente para que la sociedad mexicana cobrara conciencia y simpatía por los zapatistas, lo que obligó al gobierno a replegar a sus tropas y a negociar.