Expresiones artísticas
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Laudería: un saber popular

La empresa evangelizadora llegada a México en el siglo xvi promovía entre los “naturales” el aprendizaje de la música y la factura de instrumentos al servicio de la religión conquistadora. Fray Jerónimo de Mendieta lo señaló en su crónica, y, en 1568, el Ayuntamiento de la Ciudad de México emitió las “Ordenanzas de los Oficios de Carpinteros, Entalladores, Ensambladores y Violeros”. Oficio renacentista, la laudería es el oficio de crear y reparar instrumentos de cuerda frotada (violín) o pulsada (guitarra). El gremio deriva de una tradición medieval ligada a los laúdes.

Esta tradición también está ligada a los diferentes espacios sociales y culturales de poblaciones donde conviven afrodescendientes, indígenas y europeos. Sirve a instancias que median entre el trabajo agrícola, la ritualidad y las fiestas. Los suyos son ritmos propios del trabajo: el corte de caña y el desmonte, sus insumos sobrantes de pesca y ganadería, el rasgueo de las jaranas, el zapatear de soneros y guitarreros es tiempo libre robado al jornal. Esos primeros lauderos tuvieron por cuerdas tripas de res y cerdo, fibras de palma, hilillos recuperados del matalotaje transatlántico. La madera fue el cedro de Misantla y Santiago Tuxtla en Veracruz, más tarde elaborados en madera de pinabete, caoba, súchil y huanacaxtle y un gluten para pegar las tallas a base de orquídeas maceradas, como la tzácuhtli (epidendrum pastoris) y la atzauhtli (chranichis speciosa).

Los sones y fandangos jarochos actuales, el renombre de Ahuiran y Paracho hoy, son un efecto cultural de aquella tradición anónima. La construcción de instrumentos musicales en México ha sido siempre un saber popular. La erudición y la técnica que esta práctica implica es variada y compleja; el tránsito del aprendiz al maestro en ese oficio es arduo y profundo, sin embargo, sólo hasta finales del siglo xx hay una ortodoxia académica ligada a ellos y a la música “culta” o de concierto. La Escuela de Laudería del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (inbal) cumple 38 años este 2025, pero el foco de este conocimiento sigue estando ahí donde se aprende el zapateado, se ejecutan las jaranas y se hace la versada. La vitalidad del oficio está ligada, desde siempre, a la memoria musical colectiva y a la cotidianeidad de comunidades mestizas y originarias.