La idea de presentar un informe de este tipo no era nueva. Desde los primeros años de vida independiente los gobernantes informaron al Congreso sobre estos temas gracias a una disposición que apareció en la Constitución de Cádiz de 1812, en donde se preveía que el rey asistiera a la apertura de las cortes. De esta manera, la instrucción se continuó acatando, aunque no se contara con una reglamentación definida. Después de la promulgación de la Constitución de 1824, se retomó la idea, con la variante de que se llevarían a cabo el 1° de enero en conjunto con la reunión del Congreso de ese mismo día, en el cual el mandatario pronunciaría un discurso acorde con tan relevante fecha. Así, Guadalupe Victoria ofreció el primer informe presidencial considerado como tal en 1825, con lo que también se inició la tradición de darlo de forma oral. Posteriormente, todos los presidentes lo hicieron así, sin embargo, los tiempos se fueron modificando hasta quedar el 1° de septiembre como definitivo en 1917. Además, adquirió un significado más profundo, pues se convirtió en el momento perfecto para demostrar la buena salud de que gozaba el sistema político, y pasó a ser una festividad para el presidencialismo mexicano, con visitas de los grupos políticos a Los Pinos, a Palacio Nacional, con recorridos en automóviles descubiertos por las principales avenidas de la capital y con un sinnúmero de rituales que permanecieron hasta bien entrado el siglo xxi. En esta colección presentamos una serie de textos sobre este evento que, aunque con ligeras modificaciones, continúa llevándose a cabo hasta nuestros días.