Las soldaderas en el ferrocarril
La construcción del sistema ferroviario en México comenzó en la primera mitad del siglo xix, durante la presidencia de Anastasio Bustamante. El proceso continuó en distintos gobiernos de esa centuria, pues el ferrocarril significaba para el país un impacto económico y social que permitiría impulsar el comercio al facilitar que las regiones remotas se conectaran con las urbanas y mejorara la distribución de materias primas y diversos productos. Al mismo tiempo brindaba la posibilidad de que las personas pudieran trasladarse a mayores distancias y de forma más rápida.
Es a principios del siglo xx, en el Porfiriato, que la red de ferrocarriles logra alcanzar su máxima extensión y se presenta como un símbolo de modernidad y crecimiento económico, pero, paradójicamente, al ser el principal medio de transporte con el que contaba el país, se convierte en una de las herramientas fundamentales para derrocar al régimen de Porfirio Díaz. Al estallar la Revolución mexicana el tren se convierte en uno de los elementos protagónicos de este conflicto, siendo utilizado de manera permanente por los combatientes de las dos facciones. Tanto los revolucionarios como las fuerzas gubernamentales buscaban tomar el control de las estaciones y los ferrocarriles, logrando así obtener un gran beneficio que les permitiría asegurar el transporte para movilizar las tropas, obstaculizar los movimientos del enemigo y transportar los suministros más necesarios, como alimentos, armas, municiones y medicamentos.
Es durante este periodo que surgiría una figura muy característica del movimiento armado: las soldaderas, conocidas también como Adelitas, mujeres aguerridas y decididas que se unieron a las filas de los revolucionarios y participaron en acciones asociadas al ferrocarril. Ayudaban a tomar las vías y los trenes. Fueron parte activa en la lucha armada, desempeñaron roles muy importantes en diversos puestos, como soldados, cocineras y enfermeras. Necesitaron de mucho valor porque no sólo se enfrentaban a los adversarios, sino también a los hombres de sus mismos bandos, que en ocasiones las rechazaban y ocultaban. Su apoyo en cuarteles, campamentos, viviendas y hospitales, que es en lo que se convirtieron los trenes en la Revolución, fue crucial. Es así como pasaron a ser parte de la historia y del imaginario popular.