Los mosaicos de turquesa, obras de arte musivo en el extranjero
Los mosaicos son fragmentos, llamados teselas, de vidrio, piedras y otros minerales. El también conocido como arte musivo es una de las expresiones culturales más longevas de la historia de la humanidad y en nuestro país no es la excepción. Su aplicación se encuentra en diversos objetos utilitarios y ceremoniales. Esta colección se conforma con tres extraordinarias máscaras y una serpiente bicéfala que se conservan en el Museo Británico, así como con un cuchillo de sacrificios de obsidiana, cuya empuñadura es un mosaico de turquesa que forma parte del Museo Etnográfico de Dresde.
Los primeros hallazgos de mosaicos se encuentran en la antigua Mesopotamia y datan del tercer milenio a.C. Sin embargo, su auge tuvo lugar en las culturas griega y romana, en las que prevaleció el uso de piedras y minerales. Durante el Imperio bizantino vivió su época de mayor esplendor y se generalizó el vidrio como el material que predominó en dicha práctica. Sin comunicación con el mundo de la América precolombina se compartía este oficio; en el actual territorio nacional, sobre todo en periodo Posclásico Tardío (1350-1521), una de las diferencias más interesantes es el soporte de las obras, ya que en la mayoría de manufactura europea se trabajaba sobre superficies planas, mientras que los que aquí mostramos cuentan con volumen y no reposan sobre un soporte liso, lo cual indica también un trabajo previo de talla en madera y hueso.
Identificadas como parte de la cultura mixteca, las piezas que presentamos se cree que fueron obsequios enviados al viejo continente. Las diferencias entre los rostros de las máscaras son evidentes: en una podemos observar una faz con los ojos de nácar, entreabiertos, y una blanca dentadura; todo indica que es una representación de Xiuhtecuhtli (Dios del Fuego). En el caso de la máscara de Tezcatlipoca, ésta fue realizada sobre un cráneo recubierto de turquesa y otros componentes, como la pirita pulida y la concha utilizadas en los ojos. Minucioso trabajo implicó la factura de la serpiente bicéfala, trabajada sobre una pieza única de cedro a la que se adhirieron (con resinas naturales y cera) los diminutos fragmentos de la piedra semipreciosa; ambas cabezas cuentan con mandíbulas de donde emergen colmillos hechos de conchas e incrustaciones de plumas, que demuestran el fino trabajo de los ancestrales mosaiquistas de nuestro país.