El invento de la fotografía llegó a México el 3 de diciembre de 1839 en manos del grabador francés Jean Pierre Dudoille.  Desde entonces sus usos se diversificaron y fueron floreciendo los llamados géneros fotográficos. Comencemos con los viajeros como el alemán Teoberg Maler quien aprovechó el invento para dar testimonio de sus hallazgos arqueológicos.  En el mismo sentido, de fijar hechos y personajes, observamos el retrato de Francisco I. Madero realizado por el famoso Agustín Casasola, uno de los varios fundadores de la agencia del mismo nombre, que se dio a la tarea de registrar visualmente el proceso revolucionario. Por otra parte, en cuanto al paisaje (tanto natural como urbano) ofrecemos dos ejemplos de Rafael Pérez Siliceo; observemos tanto una imagen bucólica del estado de Michoacán y una del símbolo de la modernidad capitalina que fue la Torre latinoamericana, ambos de su autoría. En lo que respecta a la fotografía artística contamos con el desnudo fotográfico más famoso de nuestro país, La buena fama durmiendo realizado por Manuel Álvarez Bravo, y también, desde una propuesta artística que evoca la ausencia, una pieza de la serie Fetiche realizada por la artista de origen húngaro Kati Horna. No obstante, quizá sea el retrato el género más popular realizado en los antiguos estudios, en los que se inmortalizaba la imagen de el o los individuos de una familia, elegimos una imagen típica de uno novios de Zacatecas tomada por Ricardo Sánchez Ortega. Finalmente,  dentro  del mismo género, sobresalen los personajes de la cultura popular, un ejemplo de ello es la obra del maestro Rogelio Cuellar, quien ha sabido captar con su lente personalidades destacadas del siglo xx, tal como lo hace en este caso con el pintor José Luis Cuevas.