Primero, las fotografías de la Agencia francesa Rol; las de François Marie Alfred Molteni y, finalmente, las de Teobert Maler. Estas imágenes, en su mayoría placas en vidrio, resultado de misiones científicas, buscaron objetivar a las poblaciones del país. En una tradición de imaginarios que se sitúa en los libros de tipologías y oficios, las fotos de la Agencia Rol operan como litografías exóticas que retratan esencialismos regionales y étnicos. Las intenciones que movían a las misiones coloniales francesas y norteamericanas, entre otras, extrajeron un capital visual y crearon un imaginario antropológico. Las antiguas litografías ciñeron personajes callejeros y campesinos en los álbumes fotográficos regocijándose de un aire pintoresco y local. La mujer tortillera de Molteni será el canon de las indígenas que realizan trabajos manuales en las cocinas; este estereotipo se reproducirá infinitamente entre fotógrafos y artistas buscando una esencia feminizada, racial y clasista. La mujer juchiteca de la Agencia Rol establece el canon de tres cuartos, donde la modelo se sostiene de una silla y no mira al fotógrafo. La pareja descalza que abraza a sus hijos a las puertas de su casa; los jornaleros que sostienen sus herramientas de trabajo posan muy amigables; dos tehuanas tímidas; un inocente aguador retratado por Maler. Una familia mixteca de Xamiltepec evoca esas fotografías de los jardines de aclimatación en París; el jefe kikapú retratado por Molteni, o la mujer que carga en la espalda a su hijo sin dolor; una vendedora sin pudor, el pescador sin pescado, los chaluperos inmortalizados en un estudio simulando los antiguos canales de la Viga; el aguador con un falso telón que simula el Salto del Agua y el tlachiquero que parece extraer la savia del maguey de una falsa pintura de estudio.