La idea de dedicar un día de celebración a la madre mexicana surgió en 1922 y provino del entonces director del periódico Excélsior, Rafael Alducin, quien invitó a sumarse a su campaña a personajes importantes del ámbito político y del religioso, entre los que figuraban el secretario de Educación Pública, José Vasconcelos, y el arzobispo primado de México, apoyados también por la Cruz Roja y las Cámaras de Comercio. El contexto de esta iniciativa fue dado por la polémica que el mismo diario creó en torno a la repartición en Mérida de unos folletos que promovían la anticoncepción. Allí se había llevado a cabo un congreso feminista en 1916 y desde entonces, pero sobre todo con la llegada del gobernador Felipe Carrillo Puerto a principios de 1922, el lugar se convirtió en un importante centro de debate sobre la emancipación de la mujer y sus derechos. De esta manera, el festejo del Día de la Madre fue utilizado por los grupos conservadores para silenciar ese movimiento e iniciar una batalla a través de la prensa que exaltaba el papel social de la mujer como progenitora, como la encargada de educar a los suyos entregándose a su cuidado de manera incondicional y reproduciendo con ello los valores morales establecidos.

Ser madre implica una inversión de tiempo, dinero y esfuerzo; pero al parecer, eso no se refleja en el discurso de esta festividad a quien se considera aquella “que nos amó antes de conocernos”, según lo que dice la placa que acompañó durante varias décadas al Monumento a la Madre en la Ciudad de México, construido en 1949 gracias también a una propuesta del periódico Excélsior. Con esta colección queremos reflexionar sobre las distintas manera de ser madre, las formas en que éstas se han reconocido y cómo se ha interpretado y reinterpretado con el paso del tiempo.