Al parecer, O’Higgins encontró en México un buen sitio en el que pudo establecerse para seguir llevando a cabo su labor artística. Aquí se integró al movimiento cultural posrevolucionario fomentado desde el Estado, gracias a lo cual pudo participar en las misiones culturales de la Secretaría de Educación Pública, iniciadas en 1928. De tendencias izquierdistas, su labor creativa se mantuvo a la par de su militancia política. En 1933 fue socio fundador de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, la lear, y en 1937, del Taller de Gráfica Popular, organización con la cual colaboró hasta 1960, cuando salió de ella a causa de discrepancias ideológicas. Partidario de la idea de que el arte debía cumplir una función social, realizó trabajos en sitios que fueran parte de la cotidianidad del pueblo, como es el caso del Mercado Abelardo L. Rodríguez, en donde se encuentra una de sus obras más conocidas. Después de trabajar grandes formatos, decidió enfocarse a realizar obra de caballete, sobre todo encáusticas y óleos, y aunque hubo ciertos cambios en su forma de expresión, en sus creaciones permaneció su compromiso político y social. Para recordar a este destacado artista mexicano-estadunidense, presentamos parte de su obra gráfica resguardada por el Museo Nacional de la Estampa y algunos textos sobre su obra.