La Cruz Roja Mexicana
La Cruz Roja Mexicana (CRM) surge, desde sus orígenes a principios del siglo XX, con una vocación por ayudar a los demás. Grupos de filántropos y especialistas en la salud impulsaron las primeras acciones de la Asociación Mexicana de la Cruz Roja en algunos desastres por lluvias torrenciales en el estado de Nuevo León, donde Luz González Cosío de López fue una de las principales promotoras en brindar ayuda humanitaria y servicios de salud en las zonas afectadas.
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En los días finales de febrero de 1910, el presidente Porfirio Díaz firmó un decreto, denominado 401, que establecía la Cruz Roja Mexicana como una institución de utilidad pública para proveer servicios y ayudas a corporaciones del Ejército y la Marina. El 12 de marzo de 1910 se publicó dicho decreto en el Diario Oficial y, en meses posteriores, la Cruz Roja comenzó a operar en su sede ubicada en la calle Rosales número 20 en la Ciudad de México. La primera mesa directiva estuvo presidida por el antiguo jefe de la Escuela General de Medicina, el doctor José Alfonso Ruiz Cabañas. En sus estatutos quedaron definidas sus actividades y su vocación de servicio, neutralidad, intervención para la protección de las personas, imparcialidad en la atención humanitaria en conflictos –bélicos, políticos, religiosos, ideológicos–, independencia de acción y autofinanciamiento y trabajo de voluntariado, que fortalece a sus filas y las capacita para responder a diversas contingencias, desastres y eventos que ponen en riesgo la vida de la población.
El papel de la Cruz Roja Mexicana ha sido central en diversos momentos de la historia nacional. Desde los eventos de la Decena Trágica, donde hubo cientos de bajas, hasta las incursiones revolucionarias, la CRM ha estado presente para atender tanto a heridos como a enfermos.
La Cruz Roja Mexicana fue reconocida en 1912 por el Comité Internacional de la Cruz Roja y, desde entonces, su labor se ha concentrado en la atención a la población en desastres naturales, epidemias, atención a exiliados o perseguidos políticos y conflictos armados donde se compromete la vida de las personas. El reconocimiento internacional como Cruz Roja Mexicana la tuvo en 1923 por la Federación Internacional de Asociaciones Nacionales de la Cruz Roja y Media Luna Roja y, entre las décadas de 1920 y 1930, aumentó a 44 filiales por todo el territorio nacional. Los ejes principales por los que transita su quehacer cotidiano son asistencial y salud. Del primero destaca su capacidad para coordinar a sus juventudes médicas y de enfermería, su voluntariado, su capacitación para no asociados y la promoción de una cultura de prevención y acción en momentos de crisis. En salud, destaca por coordinar sus servicios de emergencia, la profesionalización de la enfermería y la creación de espacios dedicados a la especialidad en donación de órganos, sangre, tejidos y laboratorio, así como a la capacitación y profesionalización de sus miembros.
La Cruz Roja Mexicana tiene un lugar imborrable en la memoria colectiva. Su participación en el auxilio no sólo a los estudiantes del movimiento estudiantil, sino también a algunos niños y adultos que transitaban en el lugar de la masacre del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco; ahí quedó marcada su determinación y valor en el apoyo a los heridos por la policía y el ejército en el fuego cruzado. En otras ocasiones ha participado en el rescate de personas, ayuda a refugiados, a proveer de alimentos, ropa y víveres a los afectados por terremotos y huracanes, así como auxiliar a la población en conflictos armados que son recordados por sus donadores anualmente cada 8 de octubre en el que se celebra el Día Mundial de la Cruz Roja. En Memórica se puede consultar la colección fotográfica del periódico Excélsior sobre la Cruz Roja que reúne una serie de piezas fotográficas que muestran la transformación y la presencia de esta institución que le hace honor a sus miembros y a su vocación de ayuda humanitaria.