Además, según lo publicado en el Diario Oficial de la Federación el día 13 de ese mes, se consideraba que la gratuidad de la educación, derecho de todo mexicano, sólo estaría completa si se le ofrecían al alumnado los libros necesarios para llevar a cabo sus estudios y tareas; por lo mismo, era indispensable que estos nuevos materiales no tuvieran costo alguno para los educandos. A decir de especialistas como la doctora Elizer Ixba Alejos, desde el Porfiriato y en los gobiernos de Álvaro Obregón, Lázaro Cárdenas y Manuel Ávila Camacho se realizaron esfuerzos para proveer de materiales de lectura y cartillas de alfabetización a las escuelas del país. La novedad en esta ocasión radicaba en tres características que iban unidas en el plan presidencial: su gratuidad, que serían los únicos que se utilizarían y, además, su calidad de obligatorios.

La idea era que, por primera vez en la historia de México, no habría diferencias entre niños de escuelas primarias públicas y privadas, o entre aquellos que se encontraban en el campo o en la ciudad, por lo menos en lo referente a los libros que el Estado les proporcionaría: todos los alumnos, por grados y asignaturas, recibirían los mismos impresos y los profesores ya no tendrían que solicitar otros textos que no fueran los producidos por la Secretaría de Educación Pública (sep). La medida causó bastante revuelo en la sociedad de la época. Se consideró una disposición autoritaria, incluso anticonstitucional y, además, se señaló que el Estado quería imponer un monopolio editorial. Sin embargo, el decreto se llevó a cabo y, hasta el día de hoy, miles de niños de toda la nación reciben año con año los libros publicados por la sep, los cuales se han convertido en parte de las memorias de la infancia mexicana. Para recordar esta fecha, presentamos algunos de estos ejemplares, muchos de los cuales fueron ilustrados por importantes artistas nacionales.