El mosaico gigante de la Biblioteca Central de la UNAM
Juan O’Gorman (1905-1982), con formación en arquitectura por la Antigua Academia de San Carlos, también se expresó por medio del dibujo y la pintura. En una perfecta combinación de estas disciplinas más el arte musivo, es decir, la creación de mosaicos, otorgó en una obra monumental identidad a un espacio muy especial de la Ciudad de México: la Biblioteca Central de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Fue en 1948 cuando se inició el diseño y, dos años más tarde, comenzó la construcción del edificio, cuyos muros abarcan cuatro mil metros cuadrados que fueron cubiertos por un gigantesco mosaico hecho con millones de piedras de colores procedentes de varios rincones del país. Para su elaboración se debió ocupar uno de los pisos del edificio, que funcionó como taller, a fin de trabajar en cada bloque precolado para el armado del mosaico, tal como si se tratara de un inmenso rompecabezas en el que cada pieza debe encajar a la perfección.
Cada lado de la construcción tiene un sentido que se narra visualmente y va de la mano de la historia mexicana. Fue concebido como un enorme códice. Para su autor era importante presentar el contenido visual en dualidades, como si de un duelo de fuerzas se tratara: la vida y la muerte, o el Sol y la Luna. El lado norte se ocupa del pasado prehispánico, mientras que el lado sur evoca el periodo colonial; el oriente representa el mundo contemporáneo y en el poniente se ilustra el México actual (de 1952) y se enarbola a la propia universidad con su escudo, detalle este último solicitado por el arquitecto Carlos Lazo a O’Gorman.