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Historia y pirotecnia en México

Desde la Colonia los artesanos dedicados a la pirotecnia como negocio de temporada, al igual que aquellos que fabrican los fuegos de artificio con los que se festeja al complejo santoral católico y otras fiestas patronales de índole culturalmente híbrida, son sujetos de legislación y circunstancias específicas dado el carácter controlado de sus materias primas. Las ocasiones festivas populares, donde se emplean "cuetes" (cohetes, voladores, palomas, cascadas, castillos, toritos, cañones, buscapiés, etc.), están documentadas por lo menos desde hace 400 años. 

A principios del siglo xx es cuando los fuegos artificiales se vuelven comunes también en las celebraciones cívicas laicas. Su producción suele estar donde una comunidad tiene acceso a los tres insumos básicos necesarios para su elaboración: azufre, salitre y carbón. Para la zona central donde estuvieran la capital tenochca y las poblaciones lacustres: el volcán Popocatépetl, los ácidos y sales propias del lago de Texcoco y la leña de bosques circundantes. Así, las primeras regiones donde es posible hallar el origen de su factura en nuestro país son: Zumpango, Tultepec, Chalco, Tultitlán y Xaltenco.

Aunque históricamente la distribución y el consumo se daban de manera interna, en y para el pueblo, hoy en día los artesanos coheteros operan bajo el estricto ojo de la ley debido a que la pólvora es una sustancia peligrosa, controlada y de mercado masivo. La pirotecnia sigue comunicando aquel instante culminante en el calendario espiritual de las comunidades o en la puesta en escena de celebraciones patrióticas, pero aquella tradición enfrenta su desaparición dadas las nociones actuales de urbanidad, ecología y las restricciones traídas con la Ley de Armas de Fuego y Explosivos de 1972.