Cuando el 11 de septiembre de 1973 sonaron los tambores de guerra que llevaron a las fuerzas armadas a derrocar a un gobierno democráticamente electo, los habitantes del país andino quedaron indefensos y en la incertidumbre total. En cuestión de horas, la vida cotidiana se vio interrumpida. Algunos chilenos fueron perseguidos, encarcelados, torturados, asesinados o desaparecidos, sólo por pensar diferente. Otros se convirtieron en verdugos, o bien, apoyaron a los opresores. A partir de ese momento se abrió una herida que ha provocado una profunda división en la sociedad chilena que perdura hasta el día de hoy. 

Hablar de la dictadura, del exilio, de la represión, etcétera, se convierte en una especie de tabú o provoca fricciones entre amigos y familiares. Sin embargo, a 50 años de distancia, más allá de las preferencias políticas o ideológicas, es importante que la sociedad chilena conozca y reflexione sobre aquellos acontecimientos de su historia reciente, como la injerencia de un gobierno extranjero en asuntos nacionales, la compleja situación económica que entonces atravesaba Chile, o las diferencias político-ideológicas que predominaban. Entender que aquella guerra interna resquebrajó no sólo al país, sino al pueblo chileno, además de polarizar a aquella nación en dos bandos irreconciliables: izquierda y derecha.  

Es necesario escuchar, leer y aprender de las experiencias de vida de quienes se vieron obligados a salir de Chile entre 1973-1974, o de los que se quedaron, para encontrar una reconciliación y poder avanzar a un mejor futuro para el país andino. Así, en este aniversario número 50 se espera establecer un diálogo entre todas las partes involucradas y avanzar por la senda de la democracia.