lupa
La Nueva Canción
Portadilla de <p>La Nueva Canción. Narrativa del exilio: melodías y letras en colectivo</p>

La Nueva Canción. Narrativa del exilio: melodías y letras en colectivo

La Nueva Canción fue un movimiento no sólo en el ámbito musical: de hecho se erige como motor de la protesta y la gesta política, antes y después del Golpe de Estado. Existe una narrativa paralela del exilio constituida por la música que escucharon e interpretaron aquellos trasterrados. Es una historia oral que desde la más íntima y doméstica tonadilla hasta la solidaria asamblea de camaradas repite la epopeya de la sobrevivencia y el presente esperanzado. Ese relato se va componiendo con las canciones que se ligan a la identidad construida a partir del destierro y el ostracismo.

La historia social de la Nueva Canción y la oralidad asociada a las narrativas de los exiliados tiene entre sus más reconocidos exponentes a las agrupaciones Inti-Illimani, Quilapayún, Cuncumén, y entre los intérpretes a Margot Loyola, Patricio Manns, Violeta Parra y Víctor Jara. El éxito no se localiza solamente entre los chilenos y argentinos refugiados; esos discos y grabaciones son populares en América Latina y significativos más allá de la militancia en las izquierdas. Si bien aquella música no era de la preferencia universal entre audiencias en el Cono Sur y el resto de la América hispanohablante, el argumento de una urgente democratización y la denuncia de violaciones a derechos humanos sí era un contenido incontestable. El caso modélico es el del cantautor Víctor Jara, torturado y asesinado en 1973. Con él, lo mismo las letras que los instrumentos fueron convertidos en símbolo de resistencia y en los hechos prohibidos. Aquellas canciones se saben perseguidas por Videla y Pinochet, su poética es explícitamente marxista, su repertorio instrumental recurre a músicas indígenas, su discurso contrario a la historiografía de las oligarquías en Argentina y Chile.