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Memoria musical de dos países
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De las chilenas al canto nuevo: memoria musical de dos países

Los lazos de México y Chile respecto a la cultura y las prácticas musicales han sido continuos y desde hace ya bastante tiempo. Basta mencionar por ejemplo el caso de las tradicionales chilenas de la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca, cuyo nombre proviene de la cueca, baile llevado a aquel país por marineros en los años veinte del siglo xix y después por inmigrantes entre 1848 y 1855 que se trasladaban hacia el norte del continente atraídos por la llamada “fiebre del oro” de California. En su trayecto pasaban por sitios como Acapulco, Puerto Escondido, Puerto Ángel y Huatulco.

Con el paso del tiempo estas influencias se diversificaron y con los nuevos creadores musicales llegaron también nuevas formas de apropiación y de uso de las canciones tradicionales tanto de un país como de otro. Por ejemplo, con la llamada Nueva Canción Latinoamericana, movimiento que se consolidó a mediados de los años sesenta, se rescataron canciones populares y de protesta producidas por diversos autores originarios de esta región. En 1969 el grupo chileno Inti-Illimani lanzó su segundo disco titulado A la Revolución mexicana, en el cual incluyeron canciones como Nuestro México febrero 23, La Valentina, El Siete Leguas, La cucaracha y La Adelita. De igual forma, ese mismo año el cantautor Víctor Jara grabó Juan sin tierra y uno después, El mayor de los dorados, mientras que el grupo Quilipayún hizo lo propio con el corrido Carabina 30-30

A través de estas apropiaciones y renovaciones, la Unidad Popular rescató el imaginario de la Revolución mexicana para promover la lucha por la justicia social y contra el imperialismo entre la población chilena. Por desgracia, pocos años después llegaría el golpe de Estado que derrocó al gobierno legítimo de Salvador Allende y Víctor Jara fue asesinado. Las protestas y reclamos internacionales no se hicieron esperar. En México, cuya juventud se había nutrido de la música de Jara en contextos como el movimiento estudiantil del 68, el compositor y cantante Oscar Chávez escribiría A Salvador Allende, que se incluyó en el álbum titulado Compañero Presidente de 1975, tributo de diversos músicos latinoamericanos a la memoria del caído el 11 de septiembre de 1973 en La Moneda. Además de Chávez, participaron en él autores como Pablo Milanés, Andrés Jiménez, Daniel Viglietti y Eduardo Carrasco, entre otros.