El camino ha sido arduo y los logros han caído a cuentagotas. En un primer momento ya lejano del siglo xviii, con la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadanía proclamada en el marco de la Revolución francesa, en 1791, por Olympe de Gouges. Desde entonces, se fueron sumando demandas como el derecho a la educación, al voto, al trabajo y a la remuneración igualitaria. Ya en el xix tuvo lugar la Convención Seneca Falls en Nueva York, en 1848, en la que se buscaba el reconocimiento del voto femenino. En nuestro país es a principios del xx cuando se gesta el Primer Congreso Feminista de 1916 en Yucatán en el que podemos ubicar a las primeras activistas; años más tarde con figuras como Margarita Robles de Mendoza, entre muchas otras, lograron consolidar el sufragio femenino en 1953. Se reconoce un segundo momento histórico marcado por el movimiento estudiantil de 1968 en el que nuevas demandas eran apremiantes, tales como la despenalización del aborto, la igualdad salarial, el reconocimiento del trabajo doméstico y la dignificación de la mujer indígena. El tema de la violencia y de la abrumadora cantidad de feminicidios ha ido cobrando importancia, así como el hostigamiento permanente que padece el sexo femenino en prácticamente todos los ámbitos de la sociedad. El tema de la mujer ha sido recurrente y ha estado presente de manera fehaciente en Memórica a través de su fuerte presencia en diversos ámbitos de la sociedad. En la historia del arte en México han brillado innumerables figuras femeninas, como sor Juana Inés de la Cruz, Frida Kahlo, Maya Goded, Nellie Campobello, Tina Modotti, Mimí Derba, Dolores del Río y un larguísimo etcétera, a las que de manera constante seguiremos rindiendo homenaje.