Para esas alturas, los últimos reductos que quedaban del imperio español en el territorio eran Veracruz y Acapulco, pero las plazas se encontraban desprotegidas y sin capacidad para resistir un sitio bien organizado. Ante este panorama, O’Donojú invitó a Iturbide a discutir los términos en que se concedería la Independencia. Aunque Iturbide contaba con los recursos para tomar la capital prefirió evitar el derramamiento de sangre y capitular de manera honrosa, por lo que acordaron firmar un tratado el 24 de agosto. O’Donojú llegó a Córdoba proveniente de Puebla e Iturbide lo alcanzó por la noche. El protocolo comenzó a la mañana siguiente en esa misma villa. En el documento firmado, compuesto por 17 artículos, se reconocieron como independientes los territorios previamente pertenecientes a la monarquía española y se estipuló instaurar un gobierno monárquico moderado, cuyas cortes se instalarían en la capital. El trono se ofrecería a la familia de Borbón y si nadie aceptaba el nombramiento, el Congreso designaría al nuevo monarca. Aunque se tuvieron que sortear algunos problemas más, las tropas peninsulares salieron de la Ciudad de México y el 27 de septiembre de 1821 se llevaría a cabo la entrada triunfal del Ejército Trigarante. Los tratados también se consideraron el primer cuerpo jurídico estructurado que se utilizaría hasta la formación del Primer Congreso Constituyente.