Monumento a Álvaro Obregón
Para los habitantes del sur de la Ciudad de México, el parque de la Bombilla se ha convertido en un lugar tradicional para pasear en compañía de la familia. Los fines de semana se llena de niños con bicicletas, patines o triciclos, los jardines son tomados por parejas en citas románticas e incluso llegan jóvenes con patinetas que se deslizan por las orillas de la escalinata del Monumento a Álvaro Obregón utilizadas a manera de rampa. Ese sitio por fue construido en 1934 e inaugurado un año después con la intención de conmemorar la muerte de este caudillo ocurrida en 1928.
La idea de construir un monumento en el lugar mismo donde fuera asesinado el militar sonorense surgió durante la breve presidencia de Abelardo L. Rodríguez, con el apoyo del político y empresario regiomontano Aarón Sáenz Garza, quien en aquel entonces ostentaba el cargo de regente de la Ciudad de México. Él fue quien organizó un concurso para elegir el proyecto de construcción pues era una persona muy cercana a Obregón, desde que convivieron en las luchas armadas del movimiento revolucionario hasta su llegada a la presidencia. La convocatoria fue concurrida y se recibieron bastantes proyectos como podemos constatar en las maquetas que se presentan en esta colección. Sin embargo, el ganador fue el presentado por el arquitecto Enrique Aragón Echegaray junto con el escultor duranguense Ignacio Asúnsolo.
El monumento consiste en una torre hueca al interior que presenta una amplia escalinata de acceso custodiada por dos esculturas de piedra. Dentro se encuentra una gran sala que albergó la mano que Obregón perdió en las batallas de Celaya. Según los especialistas, la obra presenta una fuerte influencia del Art Déco que se observa en su volumetría, así como en el carácter geométrico de los grupos escultóricos que la conforman. La realización del Monumento a Álvaro Obregón formó parte de una política de expansión urbana que consideró relevante la construcción de calles, zonas comerciales, monumentos y parques públicos.