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Hogar en el exilio: reconstruir la vida en México

Consumado el golpe de Estado por parte de las fuerzas militares chilenas contra el gobierno de la Unidad Popular, algunas embajadas, como la de México, se convirtieron en refugio de los perseguidos por la Junta Militar. Miles de familias se vieron de pronto fracturadas. A toda prisa, el cuerpo diplomático acreditado en Chile, como el mexicano, tramitaron los salvoconductos para trasladar a los perseguidos a diversos destinos.

México se convirtió en uno de los destinos más importantes para los chilenos exiliados. La experiencia de la guerra civil española (1936-1939), y la hospitalidad que el gobierno del entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río sentaron las bases de cómo proteger a todos aquellos extranjeros que eran perseguidos en sus países. Es más, de acuerdo con el testimonio de algunos de éstos, la comunidad española que para entonces llevaba más de tres décadas de residir en ese lugar se acercaron a ellos para apoyarlos en esta traumática y difícil situación. Por ejemplo, el Colegio Madrid, fiel a la tradición de la República Española y otras escuelas abrieron espacios para que los niños que llegaran pudieran continuar sus estudios en México, y poco a poco, se integraran a su nueva patria.

Para los adultos la situación fue compleja. Encontrar casa, trabajo, no era sencillo, a esto se sumaba la urgente necesidad de contactar a sus familiares en Chile; o bien, reunirse con ellos, ya que habían salido del país andino por diversas vías y rutas, y en tiempos dispares. Construir o reconstruir la vida en el exilio no fue fácil, incluso hoy existen secuelas de esto. Algunos de los espacios habitacionales que dispuso el gobierno mexicano para los recién llegados fueron la Unidad Habitacional Vicente Guerrero, en las inmediaciones de Iztapalapa, que justo dos años antes del Golpe, el presidente Salvador Allende había inaugurado. Más tarde, muchas familias chilenas se trasladaron a la Villa Olímpica, al sur de la Ciudad de México.