El libro-catálogo ofrece información importante del creador o artista en cuestión, además de su concepción de arte y la formación de su estilo. Son publicaciones que están evidentemente vinculadas al periodo temporal en el que sucede la exhibición física, es decir, que son un testimonio impreso que impide que la experiencia se pierda en el olvido. Además, cuentan con textos de especialistas que devienen en rica fuente de información para estudiantes y académicos; y si bien la parte escrita no es la protagonista, sí es fundamental para la comprensión de la obra. De igual manera suelen acompañarse con una cronología de vida, además de contar con un listado de obra, en la que se detallan los pormenores de las piezas como títulos, fechas, técnicas, medidas y materiales utilizados.

Como género editorial se ubica cercano al libro ilustrado y a los ensayos sobre temas artísticos e incluso biográficos, pues no pasemos por alto que la obra plástica o visual de un autor es capaz de proporcionar información de él como si de un texto se tratara; consideremos que la imagen también exige una “lectura” de aquel que la observa y es capaz de interpretarla.

En nuestro país, durante el tercer lustro del siglo xxi, destacaron los catálogos generados por el entonces Consejo Nacional para la Cultura y las Artes dedicados a magnas exposiciones como Juan Soriano. Libre en el espacio (2011), Manuel Felguérez. Gráfica y escultura (2011), Vicente Rojo. Encuentros (2012), Leonora Carrington y sus personajes fantásticos (2013), Rafael Coronel. Mano Negra (2013), Arnaldo Coen. Tiempo suspendido (2013), Nahum B. Zenil. Páginas sueltas (2014) y Marcela Lobo. Lecturas del pasado a través de objetos que pertenecieron a otros (2015), mismos que puedes consultar en este espacio.