Maximiliano de Habsburgo y Napoleón III firman el Tratado de Miramar
10 de abril de 1864
En la ciudad de Trieste, al norte de Italia, cerca del mar Adriático, se levanta una construcción majestuosa, testigo de uno de los primeros capítulos de la aventura del archiduque Fernando Maximiliano en tierras mexicanas. Un extraordinario castillo ubicado a sus orillas con una inmejorable vista hacia el océano fue la residencia de Maximiliano y Carlota antes de trasladarse a la que sería la última morada del Habsburgo, asimismo fue el lugar en donde se firmó, el 10 de abril de 1864, el conocido como Tratado de Miramar.
La construcción, mandada hacer y supervisada por el propio Maximiliano, contaba con 22 hectáreas de zonas verdes que la rodeaban, integradas por vegetación que fue traída de distintos rincones del mundo, y en su interior, además de los salones dedicados a habitación y a tratar asuntos oficiales, también resguardaba las colecciones de objetos que el futuro emperador de México conseguía en sus múltiples viajes alrededor del orbe. En una de estas piezas se selló el destino de los extranjeros cuando una comisión de mexicanos a favor del imperio, se trasladaron a Miramar para negociar los términos de un tratado en el cual se estipularon las condiciones en las que el Habsburgo gobernaría México, así como la participación de Francia en el nuevo imperio. Maximiliano y Napoleón habían trabajado en este convenio desde marzo, pero una serie de acontecimientos impidieron que fuera firmado en ese mes y tuvieron que esperar, sobre todo por cuestiones sucesorias. Y aunque Maximiliano no estaba seguro de aceptar, la presión que ejerció sobre él, el monarca francés, terminó por convencerlo. Dicho pacto estaba formado por 21 artículos en los que se contemplaba las condiciones de permanencia de las tropas francesas y los términos de pago de la deuda mexicana.