Sin embargo, detrás de esta medida se encontraban las malas decisiones presidenciales que habían llevado al país a una profunda crisis económica. López Portillo, asesorado por su secretario de Patrimonio y Fomento Industrial, José Andrés de Oteyza, decidió no ajustar el precio del petróleo con el de los mercados internacionales ante la caída del precio internacional de este hidrocarburo en 1981. En su lógica, a quien no aceptara el precio simplemente no se le vendería. Esto provocó que todos los contratos de exportación fueran cancelados. En aquel entonces, más de 80 por ciento de la entrada de divisas era a través de esta vía. La deuda mexicana, justo en esos días, se cuadruplicó, vino la consecuente devaluación, la fuga de capitales continuaba, el Banco de México no tenía suficientes reservas y la banca extranjera decidió suspender los créditos hacia nuestro país. En este panorama de caos y viendo la necesidad de encontrar un medio que funcionara tanto para salir del problema como para disfrazar su responsabilidad en el asunto, López Portillo decidió nacionalizar la banca, culpar a los banqueros y, además, decretar el control de cambios. Pasarían años para lograr que la economía se estabilizara y muchos más para que la iniciativa privada volviera a confiar en el gobierno. En esta colección mostramos algunos documentos sobre este evento y el sexenio de López Portillo.