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Mario Ortega Olivares
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Mario Ortega Olivares: Testimonio del 68

La lección más importante que, creo, dejó 1968, es la posibilidad de un nuevo tipo de movimiento, un nuevo tipo de organización a la que algunos llamamos “La democracia plebiscitaria”, una forma de autonomía.

El movimiento del 68 no fue un movimiento donde una cúpula dirigente tomara decisiones por las masas, no; las bases estudiantiles discutían, desde abajo hacia arriba, las políticas que se habrían de seguir. Era un movimiento de carácter autogestionario. Y la dirección del Consejo Nacional de Huelga no podía tomar ninguna determinación por sí misma, todo lo que proponía tenía que ser plebiscitado directamente en las bases. De tal manera que esto logró desatar un movimiento autogestivo. Cierto es que el propio Consejo Nacional de Huelga evitó tener dirigentes (presidentes, dirigentes formales) porque se corría el riesgo de que les cortaran la cabeza. Entonces, eso obligó a que hubiera una dirección colegiada.

Pero, además, como funcionaba el Comité de Huelga de la esime éramos miles de estudiantes que salíamos en brigadas, que salíamos a las calles, platicábamos con la gente, ellos nos daban su opinión, regresábamos, nos reuníamos en la asamblea general de la esime, se tomaban acuerdos, se enviaba a nuestro delegado al Consejo Nacional de Huelga, con el punto de vista que traíamos desde las calles, desde el corazón mismo de la ciudad. De tal manera que teníamos una política que, ya con los años, se parece mucho a lo que llamaron la Comuna de París. Entonces, la principal herencia son estas formas de representación colegiada a través de Consejos, de carácter horizontal, con toma de decisiones a través de formas de democracia plebiscitaria. Y esto dejó mucha huella. Las coordinadoras continúan después; ahorita estoy recordando la Coordinadora Única de Damnificados, que tiene esta estructura. Los movimientos contemporáneos, todos aspiran a estas formas de autonomía.