Los especialistas coinciden en que la importancia de las labores femeninas no siempre era reconocida, sin embargo, en ese momento la situación de cada individuo no dependía únicamente de su sexo, sino que intervenían otros factores, como la edad o la clase social, para determinar su lugar en la sociedad. Aunque en algunas ocasiones el contexto económico y político, que entonces era muy variable, resultaba en un panorama difícil para la actuación de las mujeres, también se sabe que hubo casos en que éstas aprovecharon el status quo para obtener beneficios. De esta forma, las figurillas femeninas, como suele llamarse a las esculturas de cerámica de pequeñas dimensiones, se han encontrado en varias regiones de Mesoamérica, en la cuenca de México, en la Huasteca, en Oaxaca, en la costa del Golfo y en la zona maya, y fueron producidas desde épocas tempranas. A las mujeres se les representaba cargando niños, amamantando, con cántaros o en postura de danza. Por otro lado, encontramos esculturas de piedra de tipo monumental, como la Coatlicue, la Chalchiuhtlicue, o la Coyolxauhqui, deidades relacionadas con la tierra, la fertilidad, el agua, la vida y la muerte. Ataviadas con faldas, serpientes, o cascabeles, tocados con estrellas o mazorcas, recuerdan que lo femenino, incluso en aquellas épocas, era reverenciado, pero también temido.